Mientras pasa… (IV)

Mientras pasa… (IV)

-Elemental, mi querido Watson. El material implementado es una mezcla de tolueno y clorobenceno, con minerales diversos, que detonaron en una explosión violenta pero no expansiva.

-Holmes, eso es muy obvio. Deja de alardear frente a los familiares de las víctimas.

-Perdón, pero no tenemos tiempo que perder. Su majestad la Reina Victoria en persona nos pidió encontrar a los culpables de este reprobable acto terrorista.

-Por eso mismo, Holmes. Centrémonos en nuestras anotaciones sin comentarlas en voz alta.

Ambos detectives caminaron por el sendero que conducía a los rescoldos del estallido. Una mañana habitualmente nublada, densa y fría seguía colgada del firmamento británico. A cada crujido, el señor Sherlock Holmes prestaba una atención indispensable considerando la ausencia de datos visuales que retaran sus habilidades. El doctor John Watson se tapaba la boca con su mano frente a cada humillo proveniente de debajo de los trozos calcinados de mobiliario y tal vez de cadáveres.

-Tardaremos mucho en identificarlos plenamente, Holmes –espetó al fin Watson detrás de sus dedos-, así que por qué mejor dejamos entrar a los peritos y nos guiamos de sus datos.

-Imposible, estimado Watson. Arruinarían cada pista depositada.

-No hay nada que puedas ver aquí. Todo está carbonizado. Y sólo ellos pueden determinar con certeza lo que queremos averiguar.

Holmes se detuvo de repente. Observó un esqueleto negruzco de cuclillas que abrazaba algo que parecía haber sido un libro en tanto sostenía en la mano derecha un pedazo de metal. Se lo señaló a Watson, que inmediatamente abrió muy grande sus ojos y apartó su mano para exclamar, espantado: “No puede ser”.

-¿Lo conoce, Watson? Seguir leyendo «Mientras pasa… (IV)»