Gloria: Juego de niñas… para adultos

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El filme surgió de una petición de la propia Gloria Trevi a la dramaturga y periodista Sabina Berman. Para alimentar el guión, ésta indagó en otras fuentes, distintas a la versión de aquélla.

Su resultado es, como la Niurka de Osorio, su verdad, ésa que continúa siendo controversial y que, claro, la coloca en el papel de heroína-víctima. El protagónico, pues.

Luego de este matiz –frente a las naturales repercusiones extra-cine de todo biopic– centrémonos en el valor que la película pretende aportar a la cartelera de inicio de año y a la industria nacional.

En principio, abona a la postura reciente de los artistas por criticar al pasado reciente en general y a la televisión en lo particular, como poder fáctico creador o destructor de estrellas, famosos y políticos.

Pero una diferencia sustancial es su apuesta por la verosimilitud: Nada de nombres parodiados, situaciones alusivas, referencias paronímicas.

No: se mencionan a los personajes, los lugares y los tiempos tal cual, con 2 excepciones que le restan fuerza a este propósito, la de “El Tigre” (Emilio Azcárraga Sr., dueño de Televisa/Osvaldo Ríos) y “Ricardo” (Salinas Pliego, dueño de TV Azteca).

Y lo que vemos se vuelve historia –una dentro de La Historia- en toda la regla: México, un país carente de verdades pero sobrado en catecismos, recrea en su cine Tlatelolco ‘68, la muerte de Colosio, el ascenso de Marcial Maciel y su primer escándalo en la industria del show business, hasta entonces intocada.

En segundo lugar, lo que pudo terminar en un thriller maltrecho o un mal intento de melodrama estilo en-busca-de-fama, es filtrado por la visión de un suizo, su director, Christian Keller, quien elabora una pieza de múltiples recursos, todos ellos memorables.

Ya era suficiente el morbo de espiar la intimidad del serrallo de menores de edad de Sergio Andrade (magistralmente interpretado por Marcos Pérez), como para convertirlo en sordidez.

Así, vemos por momentos un musical que interioriza, no a Gloria Trevi, sino a su origen, Gloria de los Ángeles Treviño Ruiz (Otra espléndida actuación, de parte de Sofía Espinoza), una niña de Monterrey –rica, por cierto– que viene al DF sin apoyo paterno para cumplir su sueño de cantar.

Por momentos, también, vemos desnudos, escenas eróticas y pláticas sobre sexo; hay violencia física, psicológica, económica. Pero de igual forma hay enajenación (de las masas y de las adolescentes del Clan), hay críticas al trabajo periodístico (con sus méritos y sus sesgos) y hay corrupción (La Academia Andrade y el penal femenil en Brasilia, mostrados in extremis).

Por último, en medio del juego entre ambos magnates de los medios, entre las niñas enganchadas y al final convencidas de su rol, entre Gloria y él, se sitúa siempre la mente de Sergio Andrade, quien parece cumplir un canon tácito del teatro de la Berman: El villano es siempre el más inteligente.

Para el caso de esta pelicula, Andrade es, además, el más adulto.

Rodeado de destellos pueriles (aspiraciones artísticas, vetos televisivos, ambiciones empresariales y económicas, abogados, celos, infidelidades, chismes de bastidor), Andrade configura un discurso que -si lo tenía guardado o lo improvisó al momento, permanece en el misterio- rompe tabúes al interior y al exterior de su club.

Gloria misma, su edad y su inocencia, en el sentido moral, le aportan desparpajo y carisma para desafiar las reglas. Por algo Andrade la llama “la otra mitad de mi cerebro”.

Se explica de este modo, e imposiblemente de otro, el relanzamiento de su propia carrera, una que incluye calendarios provocativos y agotados, pioneros en serio de la eclosión actual de revistas para caballeros; y (aunque la cinta no lo aborda) varias y muy taquilleras películas.

Pero también clarifica la intensa relación personal con Gloria y con María Raquenel Portillo (Tatiana del Real) y la existencia de una familia poligámica por donde desfilaron Aline Hernández (Una genial Ximena Romo), Sonia Ríos Pérez, las hermanas Karla, Katia y Karola de la Cuesta, Marlene Calderón y Karina Alejandra Yapor Gómez, puras niñas, con sus juegos y desencuentros, todas con hijos de Andrade.

Una mente que desarrolla perversión, abuso y controversia para su propio provecho, pero que, de paso –y quizá sea una incomodidad durante y al final de la función-, es suficiente para volverse de culto.

Otro gran acierto de la pareja Keller-Berman: Recordarnos quiénes éramos nosotros cuando los hechos relatados acontecieron.

No podría omitirlo: Canté de nuevo aquellas primeras canciones de ruptura y sentí de nuevo esa pubertad como expresión social: Las ganas de alborotar la rutina y las ideas paternas propias de la preadolescencia, ésas que Andrade –mediante su producto Gloria Trevi– volvió fenómeno de masas.

Y es incómodo, porque uno está de acuerdo con esa propuesta de hablar abiertamente temas como el divorcio, las relaciones homosexuales, el sexo premarital, etcétera; pero hallamos que eran ideas artificiales: Gloria no las compartía; para las niñas eran excusas sexuales; y Sergio sólo las articuló como estrategia de marketing.

Sin embargo, en esa estrategia cayeron personalidades como Guadalupe Loaeza y Carlos Monsiváis, que le dedicaron, en su tiempo, artículos y crónicas (Su dibujo figura al centro de la portada de Los rituales del caos, de éste último).

En esa cayeron las televisoras, con ese avezado sentido del olfato para las audiencias, cuya pelea por el rating y la exclusividad propició y mantuvo en buena medida al Clan.

En esa cayeron los mexicanos que siguieron idolatrando a Gloria -y siguen a través de Gloria-, justificándola de paso por aquellas atrocidades que debería purgar junto a Sergio en una celda y no por las jeremiadas de Carmen Salinas, que la colocó en el papel de víctima, justo cuando su insólita –por inexistente- libertad jurídica la acercaba, de nuevo, a Televisa.

Independientemente de que Gloria Trevi debería continuar en prisión, de su estrellato, del triste presente para el resto de las chicas (en relación a sus ambiciones primeras), de las posturas de la Chapoy y del Canal de las Estrellas, del resto de las reseñas que pasan por ascuas al filme y se centran en sus implicaciones, Gloria vale por lo que revela desde su enfoque, por su buena factura cinematográfica, y porque, lejos de “realizarse para el escándalo” -como si ningún otro filme buscara la notoriedad-, en verdad polemiza sobre nuestro entorno, nuestros ídolos, sobre quiénes son y cómo sobreviven (Héroes y/o villanos) los “artistas” en un mundo rebosante de Glorias, de suficiente materia prima para La Academia, Pequeños gigantes, La Voz, American Idol, México tiene talento, etc; y de audiencias que les brindan veneración y permanencia.

*Escritor y periodista mexicano (Villahermosa, 1982).
Ganador del Primer Concurso Nacional de Ficción Playboy 2008.
Nominado al Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2010.
Reconocido por la UJAT en 2002 (Premio Universitario de Ensayo sobre Benito Juárez) y en 2010 (Premio de Cuento de la Feria Universitaria del Libro).

Ha publicado su trabajo literario y periodístico
en diversos diarios y revistas locales y nacionales.
En Twitter, trollea desde la cuenta @Acrofobos.
En 2017, publicó su primer libro de relatos Grimorio de los amores imposibles.
En 2018, publicó el segundo: La invención del otoño.

 

El altruismo no es negociable

 #JusticiaParaErikaKassandraBravoCaro…

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Medianoche, sábado 6-domingo 7 de diciembre. En vez de su genio para la comedia -como lo prometió-, Eugenio Derbez brinda un sonoro regaño a los que no donamos al Teletón. Y funciona: De ahí a 3 horas más tarde, recaudan más de 55 millones de pesos.

Me quedé, imagino que como muchos, hasta las 2 de la mañana del domingo 7, siguiendo la transmisión del Teletón.

En parte, porque Eugenio Derbez me prometió un espectacular cierre, con todo y parodia de La Voz México, que se limitó a un regaño.

En parte, como periodista que busca comprobar si la crisis de credibilidad que sufre todo México había alcanzado, por fin, al Teletón.

Nada nuevo tengo que añadir a las notas y análisis del fin de semana, alrededor del evento, y que lo consignan como el “más complicado de la historia”-apenas un millón por encima de la meta– y algunas de la razones, nuevas y viejas, de esa complicación.

Todo coincide, aunque sin nombrarlo, en dicha crisis de credibilidad, no sólo de la clase política, como dijo Miguel Barbosa, senador aún del PRD, sino de cada una de las instituciones que nos rodean, vinculadas o no al Teletón.

Quizá lo más notorio es el deslinde: No se critica la causa, el beneficio: Se cuestiona la recaudación.

Y, añado, se cuestiona que se cuestionen estos cuestionamientos, sea Derbez, Álvaro Cueva –quienes parecieran haber intercambiado textos–, Pedro Ferriz –que se enfocó al tema económico– o Sergio Sarmiento.

Pero cuando se rechaza o se fustiga la crítica, lo cual no es aplicable sólo al Teletón, se erosiona el debate público, que no es privativo de los medios de comunicación, ni de los famosos, añadiendo todavía más irritación social.

Académicos mucho más informados y periodistas mucho más enterados que yo han informado de los mecanismos de opresión que implica “donar” al Teletón, palabra cuyo significado precisamente dicho evento despoja por completo.

Se sabe –se ha sabido casi desde 1997– del provecho de las empresas para sus deducciones fiscales, adicionales a las que, por ejemplo, Televisa, ya emprenden en perjuicio de Hacienda. No es que vaya a los niños en vez a La Gaviota, es que se deducen 3 mil millones de pesos y, además, lo del Teletón.

De los gobiernos estatales y municipales, del federal y el Congreso, para  elevar su imagen y en detrimento de sus propios presupuestos. No es que la ONU se los prohíba, es que si vas a dar 20 millones de pesos, dáselos a la población que voto por ti en sus comunidades.

De la subversión del concepto “persona con discapacidad”, suficiente causal para una demanda de Derechos Humanos: Gente sin margen de autonomía y crecimiento propio. No es que Teletón no haga su chamba, es que se discrimina, todavía, a la persona que sólo tenga sordera, por hablar de una discapacidad no tan severa como la que exhiben año con año.

De la carga que, sobre la clase trabajadora, imponen estos “patrocinadores” para dar sus donaciones: Farmacias del ahorro le pone cuota a la venta de botiquines, lo que no se venda, se les descuenta. Dependencias públicas cuyos “empleados” donan vía descuento de nómina.

Empero, nunca como este año, sí que fue difícil. Me consta. Pero enoja más que su reacción sea tildar a la gente de “mentirosa” y “odiar parejo”. Lo entiendo: Resulta fácil para quiénes su ingreso supera por mucho al del mexicano promedio.

¿Qué dirá la cajera de Soriana, obligada a realizar 60 “redondeos” diarios –si no, lo pondrá del salario-, cuando ve que la empresa, no ella, deduce impuestos y se alza el cuello?

¿Qué, la de Banamex, que regala un día de trabajo para nada voluntario en su sucursal para recibir donaciones?

¿Qué, el ciudadano de Villahermosa que protesta para que abran el Centro Autista –en paro por falta de personal– y mira que los recursos “los dona” su alcalde o su gobernador para CRITs que su ciudad no tiene y que ellos deberían construir?

¿Qué el funcionario, de medio pelo para abajo, que ve cercenado su aguinaldo sin su permiso para un evento en el que, por la razón que sea, no quiere donar?

No dirán nada. Pero protestarán, negarán el apoyo, serán los primeros en criticar no sólo ésa, sino cualquier donación a cualquier ONG, se cobrarán con cada peso que puedan arrebatarle al Teletón. En síntesis, serán los primeros en no creer y con ellos, sus familias y amigos.

Si la fundación lo sabe, si Televisa lo sabe, la postura menos conveniente a asumir es: “Me vale, no es pretexto para no donar”.

Por otro lado, veo la propia transmisión con sus fisuras: Televisa nunca dejó de pasar comerciales. Es decir, nunca dejó de cobrar publicidad, es decir, jamás donó al 100% su tiempo aire.

También, como consignó el propio Fernando Landeros, presidente aparentemente vitalicio de la fundación Teletón, 8 patrocinadores retiraron su apoyo.

Son demasiado visibles para no establecer una lógica perversa: FEMSA (Coca-Cola, Oxxo, etc.), Pepsico (Sabritas, Gamesa, etc.) Bimbo (Bimbo, Barcel, Tía Rosa), Nestlé, industrias todas ellas afectadas por el nuevo impuesto a la comida chatarra y/o a la exención de alimentos por ser procesados.

Si era una represalia de estos consorcios, lo peor no es que aclare Derbez que “no es contra Televisa o el gobierno, es contra los niños”; lo peor es que me lo diga a mí, que facturo infinitamente mucho menos que esos gigantes multinacionales.

Igual con nuestros políticos, particularmente los gobernadores y alcaldes. No sólo hicieron lo que se les dijo que no hicieran: Casi ninguno dijo cuánto “donó” del dinero de todos que manejan a su antojo.

Todos fueron a la pasarela –no los juzgo por intentarlo-, pero pocos dijeron de a cómo. Ello no abona a la transparencia y a la confianza, por si les preocupaba revertir en la gente esa crisis de credibilidad.

Cuando me entero que se superó la meta, de nuevo, como comunicólogo dudo: Si 55 millones de pesos se obtuvieron en 2 horas –horas muertas, televisivamente hablando-, sólo concluyo que Televisa prostituye, de nuevo, el sentido de “dificultad” con el fin de reblandecer bolsillos.

O sea, sin contratiempos no hay drama, sin drama no hay contribuciones. Otro recambio en el discurso del Teletón: El primero y más anunciado había sido el enfoque de comedia que se le pretendió otorgar.

Aclaro: No pretendo que el Estado y/o las empresas “lo hagan todo”; que no se piense en las personas con discapacidad; en fin, ni que desaparezca Teletón.

Rotundo NO.

Quiero que el Estado y sus funcionarios de medio y alto nivel hagan su parte: Si va a donar (y eso, de lo que le sobre después de atender por ley a su población, de manera amplia, eficaz y transparente), que lo haga a cientos de otras iniciativas similares en el país.

Quiero que sea apoye a muchos otros grupos vulnerables, no sólo a la gente con discapacidad o con cáncer, sean niños o adultos, todo el año, en todos los ámbitos de su desarrollo humano: Mujeres, zurdos, indígenas, homosexuales, animales, etc.

Quiero que los mexicanos sean libres de aportar: Ni ser linchados por su negativa ni mucho menos ser forzados a hacerlo. Ya existen demasiadas estafas en este país respecto a ayudar al prójimo (¿Por qué las iglesias no «se suman» al Teletón?), como para sumarle una más y bastante notoria.

Fuera de eso, Televisa, Teletón y las empresas tienen derecho a existir, a contribuir o no (¿Dónde carajos está TV Azteca?), a deducir sus impuestos, pero los suyos, de sus ganancias, de sus recursos, de sus propios medios corporativos, no del esfuerzo ni del dinero de sus integrantes.

Qué bueno que las personas regalen. Qué malo que las espanten por el tufo a trampa que no han podido desprenderse.

*Escritor y periodista mexicano (Villahermosa, 1982). Ganador del Primer Concurso de Ficción Playboy 2008, nominado al Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2010. Reconocido por la UJAT en 2002 (Premio Universitario de Ensayo sobre Benito Juárez) y en 2009 (Premio de Cuento de la Feria Universitaria del Libro).
Ha publicado artículos sobre temas variados y relatos de ficción en diversos diarios y revistas locales y nacionales. Aquí en su blog y su Twitter (@Acrofobos) se puede hallar el despliegue de su obra literaria y periodística.