Sudoroso pero tranquilo, exploro la terraza sin propósito exacto. El aire me refresca la guayabera y con ella, mi piel; pero me mantiene tenso el ir y venir de rostros nuevos y conocidos, de carcajadas espontáneas y falsas, y de meser@s demasiado disponibles para los negocios. Una me ofrece la enésima copa de tequila, pero opto por un tinto bajacaliforniano; sonreímos por una complicidad inexistente. El periodista en mí está por preguntarle algo, pero extrae de su chaleco una servilleta roja, sonríe y se marcha. Lógicamente, dentro del doblez alguien escribió un recado. “Perfecto: Ya no tengo que moverme más…”.
La marea de invitados especiales, que como yo supuran el calor en esa estancia, se encuentra en bajamar. Mi reloj marca las 12:02 de la noche; pronto, todos se reunirán en el Salón de Gobernadores de la Quinta Grijalva para recibir al Actual después del ceremonial del Grito. Como uno de los pocos estados colindantes con países extranjeros, cada año ofrece en la residencia oficial una cena de gala con el cuerpo diplomático asentado en Villahermosa (Los cónsules centroamericanos, sin falta, y uno que otro embajador caribeño), oculta de los medios por el gasto que semejante fasto, a nombre justamente de la patria, significa para el erario público. Nadie se priva de la vanidad, ni siquiera la supuesta Oposición: Sus diputados, sus alcaldes, sus dirigentes de partido. “Nobleza obliga”, pretextan como cortesanos los que se dicen republicanos. Cuando los vestidos largos, los sacos o las versiones elegantes de ropas tropicales se retiran, en una esquina del balcón permanece inmóvil, alta, obscura y tan esbelta como desde la primavera, la secretaria particular del coordinador de Comunicación Social de la bancada del Partido Liberal en el Congreso del Estado.