No llega una novela

 “¿Por qué la memoria incluirá todo,
incluso lo que queremos, debemos y tenemos que olvidar?”

roberto-bolano
¿Cómo carajos le hacías, Maestro?

A finales de septiembre de 1999, sentado en uno de los pupitres de la primera fila del salón del 1er. semestre de la Licenciatura en Comunicación de la Juárez Autónoma en la que estudié, empapado, me acuerdo, de una llovizna pertinaz que luego plasmé en un relato y una canción, inicié en la misma libreta donde la conservo el borrador inicial de A unos pasos de mi muerte, una novela inédita y estúpida.

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Informitis

INFORMITIS
Una perla: Ramón Guerrero Martínez rinde informe sobre su gobierno municipal en Puerto Vallarta, Jalisco, sin Cabildo pero con pantalla y pasarela en hotel de lujo. Y dijo que el 94 % votó por la ratificación de su mandato…

¿Los han visto en el cine, en espectaculares frente a los teatros, en el parque, en la TV, en los transbuses, en las aceras, bajo un árbol o un poste de luz?

Yo sí, como el poema de Jaime Sabines: Los he visto querer anticipadamente y también muy a menudo, a ellos, a los enamorados… del erario público.

Ofreciendo, todos, la última versión de su invisible sátiro para los muslos separados de sus ciudadanos: El informe de labores.

Aquello que era coto presidencial –y de uno que otro góber-, hoy es la excusa perfecta para autoelogiarse, autopromoverse y autorizarse recursos en difundir aspiraciones electorales.

Hoy son los anuncios en radio y TV, cartelones por toda la infraestructura urbana, inserciones en medios impresos, rediseño de la página institucional en Internet, entrevistas en noticieros, visitas a programas diversos, correos electrónicos, bombardeo en redes sociales, un largo y costoso etcétera, durante 13 días.

Y, claro, cómo no, el evento, el magno evento, por todo lo alto, con la imagen, el nombre, el cargo, los colores, el eslogan, invitaciones a personalidades y a periodistas, amigos y enemigos, ratificaciones o despedidas, saludos u omisiones, pero siempre algo qué decir.

Informes de labores que son el nuevo frente de disputa mediático-electoral, el segundo está por abrirse: Las prerrogativas de partido, que inauguró, sí, Andrés Manuel López Obrador, continúan los Verdes y estrena, con toda malicia, Ricardo Anaya, del PAN.

Informes que reguló el IFE (q.e.p.d.), no el IFAI, y perpetua el INE, a medio caballo entre la restricción/permisividad política y el derecho de los ciudadanos, particularmente el último cuatrimestre del año: Hasta el último regidor del municipio más recóndito de México puede organizar su rendición de cuentas, saturando su imagen más que notificando alguna novedad.

Lo que era cerco al descarado uso de dinero de los impuestos se volvió un legitimado uso de dinero, con la salvedad que dentro de ese cerco existe manga ancha: Dispendio en medios y producciones publicitarias, impresas y electrónicas; montaje caro de escenografía y ambientación; y toda clase de declaraciones, posicionamientos y palinodias, la mayoría de ellas completamente ajenas al propósito original: Informar.

Por supuesto, toda esa propaganda –ninguno del bolsillo personal– NO es obligatoria. Lo es informar, pero existen muchas vías, tampoco ninguna de ellas empleada con oportunidad, transparencia y completitud.

¿Pruebas? Por el momento, ningún portal oficial, del gobierno que quiera, del partido que quiera, del nivel que quiera, ha divulgado el monto invertido en la campaña y el evento de Informe, ni mostrado las facturas correspondientes, datos que por ley deben suministrarse.

Es decir, según la legislación en la materia, pertenece a la “información mínima de oficio” que toda institución debe entregar sin que se lo pidan.

Corrijo: Sin la trampa de la petición. Argucia que se inventó en México para ocultar archivos tan elementales como los recibos de pago y de cobro que nos dirían, por mencionar algo: Hasta que usted lo pida –y después de meses y oficios-, se le responderá (lo cual es muy distinto de se le dará).

Repito: Nadie, ni siquiera los diputados –locales y federales– y senadores, que se han convertido en adictos en esta nueva moda, han revelado cuánto y con qué gastaron en posar para la foto, antes, durante y después.

Y eso que El Evento se organiza una vez al año únicamente.

Tampoco dicho gastazo implica que los informes se encuentren en la medida que merecemos los ciudadanos, tanto del desempeño de su funcionario, como del respeto a nuestra inteligencia.

La simple omisión de evidencias que sustenten las estadísticas bellamente adornadas de retórica en los informes (el ocultamiento de lo erogado para La Fiesta misma), el escamoteo de cifras y su origen real (anunciar como logro municipal un programa federal ya en curso, incluyendo los recursos destinados para ello), la obsesión por el contraste desenterrada del olvido (comparar números de leyes propuestas y aprobadas, y de ciudadanos atendidos por gestión, con los de congresos anteriores y otros legisladores), el sesgo de la verdadera naturaleza de la administración pública (“la mayor inversión en obra pública en la historia”, que con ser sólo de un millón más ya rompe récord, aunque con costos actuales alcance nomás para 3 obras) y, en fin, el deseo de parecer que se trabaja sin ratificarlo plena y objetivamente dan como resultado espectáculos tan vacíos, ridículos e improductivos como lo es la egolatría itself.

Ya sabemos que anunciar y aun entregar un documento no es informar. También, que colocarlo en portales web no es garantía de fiabilidad.

Lo que no sabemos –o pareciera que queremos ignorar- es que su contenido y su “presentación en sociedad” no son más que el trabajo obligatorio, dentro de sus competencias, de los funcionarios a los que se les paga, y muy bien, para emprenderlo.

Que los instrumentos de medición, esos famosos indicadores, pueden calibrarse a modo de quien informa.

Que revisiones a posteriori llegan a desmentir, palabra por palabra, anexo por anexo, los “resultados”, como ocurrió con las auditorías a los gobiernos estatal de Andrés Granier y municipal de Jesús Alí, por exponer casos locales.

Y que buena culpa de ello la tenemos nosotros, los ciudadanos, por esperar que los medios –plagados de intereses particulares– hagan por nosotros nuestra tarea de fiscalización día a día.

Por votar por esos engendros, que nos rinden cuentas poco y mal, cada que aparecen en la boleta, tal como lo anunciaron en su Informe anterior.

¿Deben suspenderse los informes de labores?

No, sólo su parafernalia. Y limitarse a las comprobaciones físicas con que se confeccionen: No se vale decir que se “rescataron espacios públicos” sin los papeles suficientes, sellados y firmados, para disipar la vaguedad que ese concepto conlleva.

Al fin y al cabo, el Informe, insisto, no es más que su chamba, un parte de guerra al que no deberían ofrendarle un día especial.

Deben, sí, frenarse esos circos que, no lo olvido, sirvieron como detonador para horrores similares  a los que vivieron 43 ciudadanos guerrerenses a finales de septiembre.

Todavía ningún informe ha dado cuenta de ellos.

 

*Escritor y periodista mexicano (Villahermosa, 1982). Ganador del Primer Concurso de Ficción Playboy 2008, nominado al Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2010. Reconocido por la UJAT en 2002 (Premio Universitario de Ensayo sobre Benito Juárez) y en 2009 (Premio de Cuento de la Feria Universitaria del Libro).
Ha publicado artículos sobre temas variados y relatos de ficción en diversos diarios y revistas locales y nacionales. Aquí en su blog y en su Twitter (@Acrofobos) se pueden hallar el despliegue de su obra literaria y periodística.