Otro gabinete S1E4

Te digo a media voz/ cosas que invento a cada rato/ y me pongo de veras triste y solo/ y te beso como si fueras tu retrato.
Tú, sin hablar, me miras/ y te aprietas a mí y haces tu llanto/ sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas/ se ponen a escuchar lo que no hablamos.

Sus pezones resaltan bajo la superficie de la sábana, elevados por la fugaz gelidez del dormitorio. Ha ido resbalando el satín desde la cima de sus pechos, redondos y morenos, y la piel de sus hombros se eriza momentáneamente. Yacemos separados a la distancia de una palabra esta mañana de final de puente.

Tomo la tela y la deslizo hacia abajo, descubriendo su busto perfecto. Por un primer reflejo de su cuerpo, sus manos buscan cubrirse, se tallan de forma inocentemente sensual, mi pene comienza a acariciarla, elongado y tibio, al costado de sus muslos, a sus caderas. Por un segundo reflejo, estornuda, frunce el ceño sin abrir los ojos y se despierta a medias.

Paso de travieso a héroe: La vuelvo a tapar hasta el cuello, poso mi mano izquierda en el cachete opuesto y sonríe un poco. Me parece que ha sentido mi miembro, porque con su mano lo sitúa por debajo de sus nalgas y pega sus espaldas hacia mí. Usa mi brazo derecho de almohada, ese antebrazo como bufanda, esa mano restante para su seno.

Vibra mi celular sobre el buró. ¡Chingada madre! Si ya pasé el plan desde el viernes para no tener ped… Tiaré: «¿Enviaste los posicionamientos respectivos?». ¡Puta madre! No puedo responder el Whats con una mano. Pero Claudia ha colgado sus dedos de mi extremidad. Así que lo intento: «Re-vi-sa-dos y a-pro-ba-dos desde (Autocorrector) el sábana (Pinche autocorrector)… sá-ba-do por la no-che (Enviado). TODO LISTO».

No me deja: «Hoy en la tarde. Quinta Grijalva. Segunda fase». ¡Coño! Se me olvidó por completo… No es que no esté preparado: Pero su aprobación depende la estrategia que le vendimos a Correa y a su bloque opositor, los clientes que nos consiguió. «OK. A las 3 en la oficinista» (Enviado). Ya no me enojo. Ya puedo dejar el cel… Puta, ¿Ahora qué? «Correa pidió adelantar para esta noche. NO ES SUGERENCIA». «OK. Me dices luego».

«¿Quién era?». «Mi socia… Ya sabes: Lo que no sacaste este fin, se te acumula para…». «Ssshhhhh», y me jala con su brazo libre, me besa, dirige mis dedos izquierdos a sus ya húmedos labios inferiores, impide que desprenda los otros de sus bubis mientras su mano juega con mi joystick. Pero… suena su teléfono… le vale… me mira. Se asoma a la pantalla: Su jefe. ¡Chingada madre! Tranquilo. No todo es sexo… Requiere un par de timbrazos más para recomponerse.

«Bueno.      Sí, licenciado Marín, en eso estaba.     Sí, se lo tengo listo en media hora y se lo mando a su correo.         Las cotizaciones deben estar en su escritorio,      las encuestas quedaron en el cajón de en medio de mi escritorio, si gusta              sí, y el comunicado se lo dejé impreso en la gaveta derecha, como me dij…      Sí, a las 3 estoy por allá.     ¿Qué? No, no estoy con nadie (¡Qué madre te importa, verga!). Le digo que estoy checando lo de su agenda semanal y…    sale, nos vemos».

Claudia me mira, apenas con aliento tras una contestación cuyos ojos se concentraban en su mesita de trabajo, su Lap, el altero de sus documentos. Sospecho que su expresión triste no es por el brusco reinicio, sino por la inminencia de nuestra separación. Se recuesta: «Dime la neta, ¿Por qué te dedicas a esto?». «Mejor dime tú por qué. Eres rica, tienes un posgrado, con tu juventud, talento y belleza podrías emprender el negocio que quisieras, casarte con el hombre que te aportara lo que tú desees…». Me ocluye los labios poniéndoles la sábana.

«¿A qué te dedicabas antes? ¿Qué eras antes? ¿Qué deseabas entonces ?» y me señala con sus dedos preciosos. «Era periodista. No de los que te llegan a ‘saludar’ cada 15 días a tu oficina. Investigaba, entrevistaba, encontraba archivos. Cosas que incomodaban, que pretendían cambiar». Me derrite cuando su interés ilumina sus pupilas de un sexy brillo intelectual y se fija en mí. «Lo hice porque siempre me gustó ser detective. Y un poco escritor. Deseaba publicar libros, de ficción y de no ficción, como Walsh o Capote o García Márquez o Mailer. Vivir de eso…».

«¿Y qué pasó?».

«Un día secuestraron y ejecutaron a un buen amigo mío por revelar la puntos de venta de narcomenudistas en Villahermosa. Algunos restos que dijeron eran suyos, cocidos en ácido, aparecieron 4 años después. Organizamos marchas, protestas, pero ni la Fiscalía ni el medio en que trabajábamos hicieron nada por hallar a los culpables o por ayudar a su familia. Lo peor es que los narcomenudistas siguen allí». La evocación me aparta de su vista y suspiro de rabia pasada. «Y siguió sucediendo a donde fui: Cada reportero que salía a matar o morir por su medio era olvidado por sus jefes, y su trabajo, olvidado por los lectores. La pederastia, el ecocidio, el lavado de dinero, la impunidad, la corrupción, todo continúa allí. Incluso los que cada 15 días salen felices de tu oficina». Me acaricia y me sonríe, pero por la manera en que entrecierra sus ojos, sé que me juzga. Tomo su mano y la beso. «Así que renuncié, estudié una maestría, logré un cargo público, en fin: Me di cuenta que los malos prevalecían y me preparé para trabajar para ellos».

Me había resistido en estos días a revelarle semejante origen. A sus 26, tiene esa inteligencia y escepticismo que ya quisieran muchas de su edad y condición. Sé que lo acepta, que sabe que la admiro sinceramente por su asertividad: Cuando le recordé que no le había abierto la portezuela del coche, ni le puse la silla en la taquería ni me volví loco pagando su boleto del cine o su combo, me contestó: «Y no te llamé ‘patán’ o ‘descortés’. Tampoco te monté alguna escena de celos por Tiaré. Si así quieres demostrarme que en serio me respetas, no deberías preocuparte tanto».

Nuestros celulares, otra vez. En lugar de contestar, se avienta sobre mí y a horcajadas me agarra las mejillas y me besa y me muerde la boca y se endereza como una jinete y hace una mueca de berrinche, con las tetas, la cabellera y el corazón al aire. «Te toca guisar el desayuno», y me pellizca la cara y se baja y camina descalza de ropa y de zapatos hacia su bañera.

Mi teléfono estalla en notificaciones predecibles de una ruta que habíamos modelado desde otoño: A paro 33 mil servidores públicos / Encabeza Correa rebelión de burócratas / Cierran filas Liberal y PT por el Gobernador / Promueven PAS y AC controversia / Calienta huelga elección extraordinaria

Apertura / Briefing / Claudia / Despertar / Escenario / Falacias / Golpe

 *Escritor y periodista mexicano (Villahermosa, 1982).
Ganador del Primer Concurso Nacional de Ficción Playboy 2008.
Nominado al Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2010.
Reconocido por la UJAT en 2002 (Premio Universitario de Ensayo sobre Benito Juárez) y en 2010 (Premio de Cuento de la Feria Universitaria del Libro).
Ha publicado su trabajo literario y periodístico
en diversos diarios y revistas locales y nacionales.
En Twitter y en Instagram, trollea desde la cuenta @Acrofobos.
En 2017, publicó su primer libro de relatos Grimorio de los amores imposibles.
En 2018, publicó el segundo: La invención del otoño.

7 comentarios en “Otro gabinete S1E4

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