¿Será por el desaguisado con Marín? No, ella lo tiene todo bajo control… ¿Será por la cuenta en Infierno? No, me cayó el salario intacto… ¿Lo de Acción Conservadora? Imposible, viene la veda de difusión… ¿Querrá estrategias para la Extraordinaria? Ya las entregamos, revisadas… ¿Será por Claudia?…
«¿En qué tanto piensas? ¿Por qué tan callado». «Hace frío», y mucho: No finjo que los dientes me castañean y que caliento mis dedos con el vaho. Son las 4:03 de la mañana cuando Doña Fidelia nos ofrece una mesa y dos sillas, ambos lado a lado. «Nos trae 2 cafés. El mío ya sabe, tía». «El mío, súper caliente, súper cargado, sin leche ni azúcar, por fa». Sigo sin entender como Tiaré puede beberlo así.
«Bueno, a lo que venimos». En una hora, esta fonda escondida de Villahermosa se llenará de petroleros y empleados de embotelladoras, que desayunarán antes de que sus camiones los trasladen a sus bases. «O sea, pérate, güey, a que traigan el café». Me mira tan tiernamente que no pareciera mi jefa ni la inexorable asesora de medio mundo. «¿No pudiste conseguirnos algo mejor?». «Es lo único abierto a esta hora. Abierto y privado». «¿No podías haberme llevado, no sé, a algún motel?»
Me río, extrañado. O prefiero hacerlo, ahora que me guiña el ojo y me sonríe, prolongando su broma: «Más privado, más cómodos, lo que quisiéramos comer (Alza las cejas)… lo que quisiéramos». No río tanto ya. «No te creas… Ni que estuvieras tan bueno». A la mitad de la risa, nos entregan el café prácticamente sobre los labios. El primer sorbo -con leche y 2 de azúcar- es una delicia del silencio.
«Vamos bien, Pipo. El candidato del Góber aceptó la propuesta, tal cual, con modificaciones y demás, y no quiere intermediarios. Es línea directa, güey». El cambio de tono la delata: Los años que tenemos de amigos y de socios son los mismos en que yo me he preguntado si creerle ese papel de amiga con derechos a que juega conmigo y al cual jamás que querido darle réplica. Me muestra unas carpetas, cifras, gráficos, líneas discursivas, logotipos, cronogramas, rutas críticas, mapeo electoral…
«Los demás, pues, igual, sólo manejando la crisis de la reforma de seguridad social y administrar la falta de difusión en medios…». «¿Van a ordenar algo?». «¿Tiene hot cakes?». «Sí, hija, pero voy a tardar». «No se preocupe, doñis. Con mantequilla y mermelada, por favor». «¿Y para ust…?». «Sólo el café, gracias (Vacío mi taza y se lo devuelvo). ¿Me trae otro, por favor».
Ambos esperamos a que se retire y los ojos nos gritan aquello que no queremos que nadie más sepa:
¿Cómo que no vas a desayunar conmigo, Pipo? Acepté venir aquí por tí.
Mantén la distancia. No arriesgues la chamba. Nos derretimos el uno por el otro, pero...
Ella rompe la tregua: «Te agradecería que no me vieras así, como si fueras el Profesor Xavier». Suspiro y me restrego los párpados: «No me despertaste a la mitad de la madrugada ni me pediste una cita ahorita en un lugar discreto para mostrarme proyectos que tengo en mi PC». Sus pupilas se pierden en el vapor de su infusión y sus manos parecen quebrar la taza.
«¿Cómo vas tu negrita?». «Se llama Claudia. Pero ni al caso tu comen…». «Sabes que no soy racista, güey. Lo dije con simpatía. Tú le dices igual, ¿No?». La colocación de la nueva taza me calla y me destempla. «Gracias… Ok, tienes razón (Sorbo revitalizador). ¿Hay algún problema con ella? ¿O los está propiciando?». «No, güey, no, para nada. Neta. Sólo curiosidad (Sorbo con sus ojos en mi cara). Charlar de otras cosas».
«Ya dímelo, Tiaré. Neta. Quedamos que sin mamadas ni chingaderas». Mi ultimátum -esto es, usar groserías- funciona. Suspira y se moja los labios: «El Góber se enteró que su iniciativa de reforma política anduvo paseando. Obvio, nuestros clientes callaron, pero nunca falta la pinche filtración…».
«¿Cómo sabes que callaron?».
«Callaron, güey, lo sé, no te preocupes. Confía en mí. La bronca es que sospechan de nosotros y nuestra única coartada es que nosotros diseñamos las estrategias de comunicación y para que pase en el Congreso».
«¿Necesitamos otra coartada?».
«Compraron la idea, pero me están regateando contratarnos para implementarla, güey. Son millones, el mejor cliente».
«Pensé que el mejor era la delegada federal que quiere la senaduría…»
«Güey: Faltan 2 años para la elección y hubo recortes presupuestales en su área. Apenas, de cuates, nos va aguantar…». ¿Por qué cuando negocia los cierres -incluso en el Palacio de Gobierno- se muestra tan implacable, y aquí, bañados por el polvo de la humedad y de las dudas, como si rogara piedad? Ya:
«Te están pidiendo la cabeza de alguien para continuar la relación. Alguien valioso, que ellos conozcan y reconozcan de alto perfil (Sorbo desalentador). Y no tienes a nadie así, excepto yo».
De repente se queda muda. Ningún otro comensal, ningún vehículo circula, ni siquiera el viento sopla o los grillos percuten sus patas al final de la noche. Nomás el sonido de los trastes y la cocción de la comida que pronto le servirán.
«Júrame, por Dios, en serio, que esa Claudia no…». «Deja a Claudia en paz. Confía en mí. Y si quieres, ¿Dime qué tan pendejo me consideras?». «No me grites», susurra. «Primero, por las vueltas pa’ confesarte; segundo,…». «Por favor, no me grites». «Segundo, por pensar que quiero perder clientes; y tercero, que soy descuidado e indiscreto con nuestras cosas». «Por favor, Pipo, no me…». «No te grito (No le grito: Es su manera de pedirme que no la regañe): Me desahogo. ¿Crees que soy descuidado o lo asumes porque me estoy cogiendo a la secre de Marín?»
Doña Fidelia se anima a entregar el desayuno, los cubiertos y más café a Tiaré, de una vez para no regresar. «No, güey, ya. Sé que no eres ni descuidado ni indiscreto ni… pendejo». «Bien. Dime si me vas a cortar del negocio antes de entregarte una sola idea más para revertir esta crisis». «¿Cuál crisis?». «Ésta, entre tú y yo, la de la credibilidad del negocio».
Ignoro qué pretenda Tiaré, pero tras una tensa pausa, se acerca a mi rostro. Me aparto, intentando ser menos descortés que receloso. Pero no trasluce la vulnerabilidad de hace rato, sino la firmeza que tanto me atrae. «No te cortaría por nada ni nadie, Pipito (Se sonríe con sarcasmo). Y lo sabes».
Por un instante, titubeo; recupero la voz: «Acusa a García Cruz. Bancada minoritaria, Acción Conservadora, Oposición…». «Ni paga a tiempo, el cabrón». «Tenemos mejores empresarios que él como patrocinadores». Me toma la cabeza por debajo de mi oreja derecha. «Ja, la misma respuesta desde el principio. Por eso, y por tu pinche pose de Batman de petatiux, quietecito, inteligente y mamón, no te me vas».
Me besa. Sin prisa, sin lengua, sin rencores. Y le da un mordisco feliz a su platillo.
Apertura / Briefing / Claudia / Despertar / Escenario / Falacias / Golpe
*Escritor y periodista mexicano (Villahermosa, 1982).
Ganador del Primer Concurso Nacional de Ficción Playboy 2008.
Nominado al Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2010.
Reconocido por la UJAT en 2002 (Premio Universitario de Ensayo sobre Benito Juárez) y en 2010 (Premio de Cuento de la Feria Universitaria del Libro).
Ha publicado su trabajo literario y periodístico
en diversos diarios y revistas locales y nacionales.
En Twitter y en Instagram, trollea desde la cuenta @Acrofobos.
En 2017, publicó su primer libro de relatos Grimorio de los amores imposibles.
En 2018, publicó el segundo: La invención del otoño.