Somos bomberos en un mundo cada vez más incendiado. Gente que no aspiramos ni a medallas de honor ni a pensiones vitalicias. Sólo al poder, todo el poder, sin heridos ni prisioneros. Asesores nos llaman. ‘Los mejores’, nos llaman. Por eso le caigo mal a tantas personas…
La joven con lentes de pasta y falda entallada hasta las rodillas interrumpe mis cavilaciones ofreciéndome un café y una sonrisa. Prefiero el agua. A esta hora, cualquiera únicamente desea irse; para mí, es la hora pico en los negocios. «¿Le molestaría esperar? Es que todavía están…», bosteza tímidamente, tanto que ríe al final, «están evaluando su propuesta».