Excélsior, Tabasco HOY, MVS y un servidor
A todos los colegas en la misma situación de Carmen Aristegui

Desgarrémonos las vestiduras, no regateemos un solo instante el apoyo a Carmen Aristegui por su salida de MVS, juntemos miles, decenas de miles, centenas de miles de firmas en solidaridad con ella y su equipo, usemos nuestros espacios periodísticos para manifestar nuestra opinión.
Todo lo posible, mientras la realidad real es que este pleito se resolverá en los únicos tribunales válidos. No, no es la opinión pública, aunque todos los periodistas repitan la muletilla de ser la mejor: En los de la Junta de Conciliación y Arbitraje.
Por lo menos a ésos acudió su servidor el día que me despidieron, sin tanto escándalo ni fraternidad, junto a varios periodistas, porque el dueño del diario en que trabajábamos, Tabasco HOY, en una posada de diciembre de 2010, se reconcilió con el gobernador con miras al proceso electoral de 2012.
Hubo foto y toda la cosa, pa’ que lo gugleen: Miguel Cantón abrazado en sus flancos por Andrés Granier y Humberto Mayans, después de 4 años de cariño mutuo durante los cuales si la Quinta Grijalva no contrataba publicidad, de las rotativas no dejaban de imprimirse reportajes de investigación, entre ellos los míos, consignando, por ejemplo, el tráfico de premios y becas del Instituto Estatal de Cultural de Tabasco y la extinción unilateral del Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena.
Lo curioso es que esa práctica de despidos no sólo no era nueva (quizá sólo para los ingenuos), sino que era natural, asumida por todos los compañeros: La relación a nivel corporativo entre gobierno y dueños de medios, el chayo, el embute, tu nombre en la nómina, la pista de aterrizaje, los cambios de «línea editorial», las entradas y salidas de cuerpo de articulistas y de reporteros.
Se charla sobre ello, platillos de sorna y chisme, durante las pausas entre coberturas y asignaciones. No sé cómo sea en todas las redacciones de México y el Mundo, pero en todas en las que yo he participado, en Villahermosa y en Coatzacoalcos, en Mérida y en Tuxtla Gutiérrez, así lo atestigué.
Y se entiende: Mientras los patrones se entienden con los gobernantes, a nombre de los convenios publicitarios, el reportero sale a la calle, a sol y lluvia, a recolectar la materia prima que, junto a la talacha de editores y redactores, dará valor a esos convenios, con un salario y unos ritmos de trabajo imperdonables.
Sonaré marxista, pero ¿Qué es el jefe sin su mano de obra? Y la mano de obra, consciente que sin la pluma no hay papa, elige entre 2 y únicamente 2 opciones: Seguir honrado a la espera de una alza salarial -a la espera que al dueño le entre la ética por las orejas- o entregarse al chayo justificado con otra consciencia: Nadie es indispensable.
En ese contexto, de prácticas corporativas viciadas, de un Estado que las tolera por sus afanes de «júbilo hervido con trapo y lentejuela», y de periodistas de todo nivel y tipo ninguneados en sus ingresos, ha navegado, navega y navegará el heroico periodismo mexicano.
Pareciera, frente a todo lo que he leído, que se ignora o se pretende ignorar esa condición de todos los periodistas mexicanos y que, a querer o no, resulta en otro factor de agresión contra periodistas (Espero que lo anoten la Comisión Bicameral del Congreso y la Fiscalía Especializada en esta clase de delitos): El laboral/administrativo/corporativo.
Como lo expuse brevemente en Twitter, Excélsior del ’76 y MVS del 2015 son igualitos en todos sus detalles: Una decisión corporativa, cuestionable o no, pero al fin interna -nadie sabe, nadie supo-, desemboca en la expulsión de periodistas críticos, que procuran deslindarse del común de la profesión no sólo en su ejercicio -textos y fotos reveladores- sino en lo personal -ni chayo ni dádivas-, y que cierran una ventana necesaria para la transparencia y el debate.
Al final, lo que me encabrona no es que vuelva a ocurrir: Es que han pasado 40 años y las circunstancias en nada o poco han cambiado para que vuelva a ocurrir. Rius lo planteó mejor: Cuando periodistas, no empresarios, encabezan los medios, más o menos hay comprensión y cuidado del personal periodístico. Y por encabezar no me refiero, por supuesto, más que a decidir con el dinero por delante. Pero ni eso ha salvado a los medios que son considerados libres, plurales, independientes, obetivos, bla, bla, bla.
Del célebre golpe a Excélsior surgieron Proceso, Vuelta y Unomásuno. ¿Qué, del Aristegazo? Quizá otro medio. Otro que, morigeradamente, perpetuará el mismo molde de todos.
Ese contexto elemental que te enseñan en la escuela (todo medio es una empresa y toda empresa requiere lana para funcionar), que hoy se quiere enterrar muy convenientemente, se sostiene y perseguirá a Carmen Aristegui o a cualquier periodista en su misma situación al medio que vaya. Y se sostiene para el resto de los periodistas que no son famosos o seguidos como Carmen Aristegui, pero que igualmente pueden ser críticos, inquisitivos, veraces.
Dicho escamoteo nos conduce a la hipocresía, en el mejor de los casos, y al silencio, en el peor. Vi la misma reacción a coro por la censura a Epigmenio Ibarra y Pablo Gómez en Milenio, pero no cuando echaron a Fernando Escalante Gonzalbo de La Razón, presionado por el dueño Ramiro Garza Cantú, presionado a su vez por Carmen Lira, directora de La Jornada, medio que a su vez no le ha temblado la mano para separarse de Rolando Cordera, Héctor Aquilar Camín y Luis González de Alba.
Y quiero verlos cuando Televisa despida a Joaquín López-Dóriga, por una «decisión interna corporativa», el día que al Teacher se le suba lo periodista y suelte un mameyazo digno de Púlitzer. Digo, si es que ese día llega. Me conformo con lo poquito que deploraron la salida de José Ramón Fernández de TV Azteca o la de Lydia Cacho de El Universal.
Porque deseo recordarles 2 cosas, señoras y señores: 1).- El periodismo no sólo es el que nos gusta, el que nos llena la mente de lo que ya sabemos y el que está de acuerdo con nosotros antes de comprarlo o sintonizarlo. Cada periodista clausurado clausura un pedazo, pequeño o enorme, significativo o irrelevante, de la libertad de expresión, ése que los medios -¡Empresas, con un chingar!- piden para todos excepto para quiénes tocan las esferas de sus intereses.
El periodismo es la chamba de cientos de profesionales de la comunicación que, al igual que el burócrata, la profesora, el sastre y la peluquera, viven de eso para comer, vestir, criar hijos y, de vez en cuando, dar un muy buen golpe periodístico. En ocasiones, con otro trabajo porque no deja. Cito: «Es una profesión mal pagada, inestable, poco redituable, ingrata y peligrosa… pero siempre será mejor que trabajar».
Y 2).- El periodismo, incluso en el terreno de la opiníón, sólo es información, organizada y clasificada según criterios de cada empresa (o sea, medio) o colaborador. Lea lo que le guste, asuma sus conclusiones, pague por su formación editorial, lector, lectora. Pero definitivamente -y qué bueno- lo que se publica no es palabra de Dios ni está tallada en piedra ni se erige en Corte Suprema.
Sirve, y cómo no, a los principios básico de la democracia, un pilar insustituible, pero no el único ni el mejor. En principio, porque la libertad de expresión no es coto exclusivo de medios y periodistas, gozan de ese derecho todos, desde lo que no son periodistas hasta los que no son inteligentes; y, en seguida, porque es un instrumento, un espacio donde las ideas se debaten, se vertebran y vehiculan, y pueden promover acción pero que no lo son por sí mismo.
Tal vez nos incomode, pero acción es hasta que se paga una edificio, la energía eléctrica, el mobiliario, el Internet y la nómina. Que lo nieguen los medios «independientes» y digitales, que dependen de las contribuciones de su audiencia que, no lo olvido, tiene muchas y muy variadas prioridades antes que poner un peso para el medio que saldrá a defender a las calles.
Es acción hasta que se mueven -si se mueven- otros engranajes, esos sí contundentes: Leyes, investigaciones judiciales, enroques de gabinete, sanciones, etcétera.
Así que hoy Carmen Aristegui se va de MVS, creánme, ella y su equipo volverán en otros espacios, permanecerá en los que ya ostenta, abrirá más. Librará su segundo diferendo, luego del primero muy agrio y muy largo sostenido contra Pedro Ferriz de Con, por… despojarla de sus acciones en Grupo Imagen, revelar su salario -pecado capital de los periodistas, bastante exigentes si se trata de sueldos ajenos- y vender esas partes del corporativo.
Por cierto, Pedro Ferriz de Con fue echado del noticiario nocturno de Cadena Tres y de su columna en Excélsior -2 medios del Grupo Imagen con nuevos socios, uno de ellos el tétrico Olegario Vázquez Raña- el 17 de julio de 2012, 16 días después del «triunfo» de Peña Nieto. Lo expulsaron por su posición propanista y tachar de «imbécil» al futuro Jefe del Ejecutivo federal durante la campaña presidencial. Fue el primer caído de Peña Nieto y eso que faltaban 137 días para su toma de protesta. ¿Alguien lo mencionó? Entonces, ¿Para qué sorprenderse ahora?
Y la «batalla legal» del equipo noticioso se resumirá a la recisión de contrato dentro de las oficinas de Conciliación. Porque MVS tiene absolutamente todo el derecho de ponerle reglas a su personal, pues para eso le paga; si no les gusta, hay otros medios, igualmente con «lineamientos», como El Deforma (No, no es sarcasmo), el Reforma de a de veras, Argos TV, el Tabasco HOY, etc.
MVS, como cualquier medio, prevalecerá, como lo hicieron, con menor o mayor fortuna respecto a audiencia y credibilidad, Excélsior, los Heraldos de Olegario, Televisa, Azteca, W radio, etc. ¿Cómo? Adaptándose al poder dominante, cediendo y pidiendo, formando nuevos mercados, creando nuevos contenidos, migrando a nuevas plataformas.
Manteniendo lineamientos como un método mínimo de supervivencia, pero también de identidad, pues si los medios (empresas) respetaran la libertad de expresión, simplemente no existiría ningún lineamiento (fuera del puramente técnico): Publique quien quiera, como quiera, para lo que quiera. ¿O a poco encuentras en Nexos lo mismo que en Reporte Índigo, lo mismo en Sin embargo que en Letras libres?
Lineamientos que hoy mismo, mañana, pasado mañana, pronto o tarde, costarán el trabajo a otro periodista… y continuarán el silencio y el mismo estado de cosas: Resolvamos en Conciliación lo que ya no podrás resolver mediante tu trabajo periodístico; brinca de canal en canal, de estación a estación, de impreso a impreso -o compártelos, como la propia Aristegui que malabareaba MVS, CNN, su columna-, hasta que tengas que financiar tu blog o tu online; plégate al poder en turno, al de tu geografía al menos, para que puedas despotricar contra otros poderes; y zozobra siempre, porque no importa si tu esfuerzo de detective se reconoce públicamente: Sólo eres un empleado más.
*Escritor y periodista mexicano (Villahermosa, 1982). Ganador del Primer Concurso de Ficción Playboy 2008, nominado al Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2010. Reconocido por la UJAT en 2002 (Premio Universitario de Ensayo sobre Benito Juárez) y en 2009 (Premio de Cuento de la Feria Universitaria del Libro).
Ha publicado artículos sobre temas variados y relatos de ficción en diversos diarios y revistas locales y nacionales. En sus blogs (Aquí y en El desprendimiento del iceberg) y su Twitter (#AhoraResulta por @Acrofobos) se puede hallar el despliegue de su obra literaria y periodística.