Revueltas: El cineasta que no fue I

Como muchos jóvenes escritores, como el propio autor de estas disquisiciones, la primera ambición artística de José Revueltas fue el cine.
Con un hermano muralista y otro músico, no fue sencillo para Pepe encontrar una vocación, excepto aquella que todavía recordaban de su natal Santiago Papasquiaro, Durango: Las funciones, a sábana y piano, de cine mudo en la plaza principal.
Ya en la Ciudad de México, a donde se mudó a los 6 años de edad, llevó su aspiración más lejos. Con una moviola rústica que él mismo manipulaba, proyectaba negativos de segunda, tercera, última mano, “pedacería italiana”, en la sala de la Casa Revueltas de la colonia Roma.
Sin embargo, serán las terribles experiencias como preso político en las Islas Marías, lo que lo decantará a la literatura.
No obstante, Revueltas nunca abandonará, por un lado, la elaboración de guiones y, por otro, su aspiración primaria de convertirse en el cineasta de la familia.
Aprovecho para despejar la duda: Revueltas sí dirigió… pero no: No hay constancia fílmica de sus intentos, excepto stills del gran Manuel Álvarez Bravo –quien sería su “cinefotógrafo de cabecera”-, y algunas notas personales para sus cartas a Rosaura, su hermana y “actriz de cabecera”, y su notable corpus sobre cine, universal y mexicano, en teoría, práctica y crítica.
Sus películas, casi sin evidencia, son: Su debut, Coatlicue, un corto experimental escrito y dirigido por él en 1945.
Después, Cuánta será la oscuridad, de 1946, basada de uno de sus relatos cortos, quizá la más prometedora, pues cuenta con la ayuda, además de la de los mencionados, del dramaturgo José Ignacio Retes y la actuación de Rodolfo Landa. Rodaron escenas completas en locaciones de Iztapalapa, con una cámara de 16 mm, pero no se logró el financiamiento final.
3 herencias perdurables dejó este filme: 1, el matrimonio de Revueltas con María Teresa Retes, hermana de José Ignacio; 2, unas excelentes imágenes de Álvarez Bravo, quien se supone poseedor de las únicas latas de la película; y 3, la relación con Landa, fundamental muchos años más tarde.
Revueltas tampoco descartó el documental. En cierta forma, bajo la idea del realismo socialista, estos proyectos serían la mezcla de ficción y realidad que ya se consolidaba en su estilo literario.
En 1952, contratado por Adolfo Orive de Alva, entonces secretario de Recursos Hidráulicos, emprende el proyecto de filmar los trabajos de la Comisión del Papaolapan en Ciudad Alemán, Veracruz, como guionista y director. Su crew lo integran Retes como asistente y Álvarez Bravo en la cámara.
Sin embargo, en parte por su falta de experiencia y en parte por “la falta de comprensión”, “las burlas”, “el lastre intolerable de burocracia” y “las intrigas estúpidas”, Revueltas no puede terminar el rodaje, extenuante y prolongado dentro las feraces locaciones tropicales. E igualmente, no queda registro del material filmado ni de su probable edición y posterior exhibición.
Sus 2 últimos intentos ni siquiera entran en fase de sinopsis.
Entre 1954 y 1956, Adolfo Lagos, uno de los productores de la recién creada Cinematográfica Latina, S. A., lo alienta a participar, a modo de entrenamiento, en las 3 cintas de la compañía lanzadas ese año, una de ellas, Donde el círculo termina, con guión suyo basado en uno de sus cuentos.
Pero la empresa se va la quiebra, pues la última de sus súperproducciones, Talpa, resulta un rotundo fracaso en taquilla. Es así como se detiene abruptamente el que sería su inicio cinematográfico “ora sí de a deveras”: La santa de Cobara.
Por si fuera poco, el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica Mexicana (STPC), del cual había sido fundador y secretario general de la Sección de Autores y Adaptadores, cierra la puerta a nuevos realizadores, y en consecuencia, a la acreditación sindical de Revueltas como tal.
Uno de los promotores del bloqueo, paradójicamente, fue el director Roberto Gavaldón, cuya mancuerna artística de casi 15 años confeccionó uno de los mayores legados de la historia del cine mexicano.
Nadie había llevado tan asiduamente el arte de Revueltas a la pantalla grande ni nadie había contribuido más al arte de Gavaldón en el aspecto narrativo y temático. Y nadie, fuera de ellos, había abierto alternativas estéticas y psicológicas en plena Época de Oro.
Pero Gavaldón, a la sazón secretario de la Sección de Directores del sindicato, consciente de la crisis económica de la industria fílmica nacional, decidió proteger las fuentes de trabajo de sus colegas. Y de paso anquilosó, para la futura década y media, al cine mexicano en lo creativo y en lo comercial.
*Escritor y periodista mexicano (Villahermosa, 1982). Ganador del Primer Concurso de Ficción Playboy 2008, nominado al Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2010. Reconocido por la UJAT en 2002 (Premio Universitario de Ensayo sobre Benito Juárez) y en 2009 (Premio de Cuento de la Feria Universitaria del Libro).
Ha publicado artículos sobre temas variados y relatos de ficción en diversos diarios y revistas locales y nacionales. Aquí en su blog, su Twitter (@Acrofobos) y su columna en Facebook (El desprendimiento del iceberg) se puede hallar el despliegue de su obra literaria y periodística.