Simona Halep. Tenista rumana. Considerada una de las tenistas más sexies del mundo. ¿Nada todavía?
Bien, en 2009 se volvió noticia mundial por una decisión que, curiosamente, hombres y mujeres reprobaron por igual: Se redujo la talla de sus pechos significativamente, con tan sólo 18 años de edad.
La razón, por su puesto, también provocó una controversia barata: La nacida en Constanza deseaba quitarse el “peso incómodo” de su busto para mejorar su rendimiento.
El género masculino, vía redes sociales, protestó e intentó disuadirla, sin argumentos relacionados con los que ella esgrimía.
Estaba más que claro que a Halep no le interesaba conservar esa estética que tanto fascinaba a la caballeros, sobre todo durante las repeticiones de los saques en cámara súperlenta.
Cosa por la que fue igualmente descalificada por el género femenino, tan desatento en este tipo de temas -deportivos, quiero decir-, pero en sentido contrario.
Las mujeres tienen todo el derecho de obtener reconocimiento en cualquier medio en que decidan participar, decían, pero, ¿Por qué no buscar primero el desarrollo de las capacidades deportivas? ¿Por qué sacrificar el propio cuerpo para conseguirlo?
Resulta evidente, en este punto, el dilema de las feministas: ¿No eran ellas, acaso, las que piden libertad en el uso del propio cuerpo, a nombre esencialmente de los derechos sexuales?
¿No es esa libertad de uso del cuerpo por la que se exige despenalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo, el aborto y la eutanasia?
¿Pero, en cambio, ese uso del cuerpo propio no aplicaría ¡Jamás! en la prostética personal para desarrollarse, ya no digamos el deporte, sino en el cine o la política?
Recordemos las usuales críticas contra las actrices que, tras una cirugía –la que sea– obtienen papeles estelares y reconocimiento público; ahora, se producen inversamente proporcionales.
Es decir, la mujer puede usar su cuerpo, nomás que para una causa políticamente correcta, aunque no sea su causa.
Lo peor –para estas réplicas– es que Halep, al final, ha tenido razón cual científica de la NASA: El valor de quitarse 200 gramos de bubis son 7 títulos individuales ganados en sólo 251 días, esto es, 8 meses; llegar a cuartos de final del Abierto de Australia, uno de los 4 torneos de Grand Slam, por primera vez en 6 participaciones; y una cifra más que elocuente: El ascenso en el ranking mundial de la WTA de 450 posiciones, saltando al número 7.
Otra lección importante de la decisión de Simona (Si hubiera necesidad de justificarla) es la entrega llevada el extremo que una mujer brindó para su desarrollo en el tenis y un propósito que no se limitó a la búsqueda de la fama y el dinero, accesorias pero no únicas ni relevantes.
Fue el busto, pero pudo ser una carrera universitaria, un cambio de nacionalidad o una vida familiar.
La entrega de Simona Halep toma tintes sublimes por ser la suya una entrega muy parecida a la artística, plagada de renunciaciones en pos de la realización creativa que, con éxito, conlleva a la personal, la laboral, la económica, etc.
No fue una actriz que adelgazó dramáticamente para ganarse un Óscar: Fue una tenista rumana que quiere ganarle una final a Serena o a Sharapova. Muy su derecho al ranking.
*Escritor y periodista mexicano (Villahermosa, 1982). Ganador del Primer Concurso de Ficción Playboy 2008, nominado al Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2010. Reconocido por la UJAT en 2002 (Premio Universitario de Ensayo sobre Benito Juárez) y en 2009 (Premio de Cuento de la Feria Universitaria del Libro). Ha publicado artículos sobre temas variados y relatos de ficción en diversos diarios y revistas locales y nacionales. Aquí en su blog, su Twitter (@Acrofobos) y su columna en Facebook (El desprendimiento del iceberg) se puede hallar el despliegue de su obra literaria y periodística.
No sabía esto y opino que es admirable. De la misma forma que lo es alguien que sacrifica cualquier otro aspecto de su vida para alcanzar sus sueños. Quienes la disuadían se dividen en dos; idiotas de lengua barata que solo veían carne; y los de siempre, los que no apoyan los sueños de los demás.
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