
Rituales por cada día 31 del último mes del año que no hacemos los otros 6 meses con día 31. Propósitos anuales que deberían ser diarios. Supersticiones de una era cada vez más supersticiosa a medida que el conocimiento y la razón se van metiendo en los intersticios de sus creencias, difuminándolas.
Mañana puede ocurrir el fin del mundo en vez de sólo el año, que sólo lo es para millones de creyentes cristianos, para otros sólo por protocolo. Musulmanes y judíos ya lo celebraron y los chinos apenas se están preparando. Pero es igual cada ciclo gregoriano; me aburre.
A lo mejor podríamos, por una ocasión, ignorar que es 31 de diciembre o 1 de enero. Prefiero que lo piensen cada vez que emprendan algo. Por ejemplo un 16 de marzo. Una media semana. Una hora determinada. Finjan que el ciclo termina y empieza -como éste- en su mente, por una convención íntima. Sí resulta.
No es por ánimo grinch o cosa parecida el consejo. El ambiente también estimula la idea de fin e inicio de año. Simplemente que las personas en diciembre parecieran distintas en enero y viceversa, como lo es ante la proximidad de las vacaciones y después de éstas. Es porque todavía hay problemas mayores a nosotros que no se resuelven por esperar la medianoche que, repito, no esperamos en los restantes 364 días.
Con todo, felicidades. 2011 no será El Año, pero siempre será mejor que estar inmóvil ante la realidad, indiferente ante las preocupaciones humanas. Comp siempre, celebro que la especie humana alcance cumbres insospechadas y lamento que deshaga con una mano lo que concreta con la otra.
Y todo, amarga o emocionadamente, será vertido en este blog, que desde ya es suyo en su nueva dirección. Gracias por el tiempo que inviertieron leyéndolo, comentándolo, debatiéndolo. Y nos vemos, en unas horas -que hueva, la neta-, en 2011.