Los deplorables funerales de los gatos
Uno de los primeros blogs que leí -el del Carlos- dedicó sus primeras planas a la muerte de Drauko, su perro más querido. A complacencia de saber que los Radicales cultivan el gusto por los felinos como mascotas, decidí yo también aventarme mi necrológica sobre "Tsunami", mi gato que ahora cuida la transición de la vida a la muerte.De problemas renales que se le complicaron en un estreñimiento incurable, "Tsunami", mi gato, decidió rendirse al dolor esta mañana. Amaneció algo tibio pero duro, sus ojos cerrados, el rictus de la cara apenas delataba la expiración final, ni siquiera su pelambrera a contraluz podría indicarme su deceso. Fue triste para mí, la última mascota que tengo y no tengo idea para cuándo estaré listo para sustituirlo. Post data: Mi gato ha muerto.
Había nacido un 10 de enero y un intento de envenenamiento al que sobrevivió causó al final su apelativo. Cerca de un mes antes, una ola asiática gigantesca se convirtió en el peor desastre natural de la historia. Fuerte, desagarradoramente poética su subsistencia después de semejante dosis mortal, mi gato recién nacido se llamará "Tsunami", aunque como buenos mexicanos le acabaremos por reducir a "Tsuni, Tsuni, Tsuni", los llamados a comer, a dormir, a no salir de casa. A veces, era un diario particular de mis días post universitarios. Recién graduado, trabajando en la conducción y producción de un programa de comedia, me recibía a maullidos por la mañana, me despedía a maullidos de hambre, de nostalgia, hasta que finalmente me recibía -hasta la noche- con maullidos de querer oírme. No me quedaba de otra que compartirle mis cuitas y agrituras, de confesarle mis miedos y mis soledumbres, de mandarlo al carajo y reconciliarme con caricias, amistad de altos vuelos si así se quiere decir.
Sin embargo, un rastro perdido de ese veneno de la infancia se alojó en sus vías urinarias, pasando por los estremecedores tapones de orina, al punto que una vez su veterinaria tuvo que extraérsela con cánula. Conmovedor hasta las lágrimas para un tipo como yo, que había vivido en mi padre esa difícil experiencia. No comparo, describo. Tras casi nueve meses de dolencia, con dos años de edad y 17 días, "Tsunami" no despertó de su crisis más reciente. Dos ò tres minutos de silencio, una lágrima vaga, el periódico y la bolsa de plástico para envolverlo, y de ahí, no a un féretro, no a un sepulcro, no a un altar: Al basurero municipal. Todos quienes hemos sufrido la pérdiada de un gato o mascota cualquiera -Juan Franco, tú dirás-, coincidimos en lo indigno de sus sepelios, pero, en fin…
Perdón las extrapolaciones desagradables posibles. Me siento en el pleno derecho de llorar por un gato simplemente porque compartió conmigo, como todos lo otros gatos que he tenido y que me han dolido verlos morir, porque de eso se trata: Desarrollar esa clase de relación y responsabilidad que pocos sabrán asumir. Era mi gato, el que se lanzaba a las calles y regresaba cruzado de arañazos, hinchado de un coágulo en una pata, feliz de coger con las gatas del vecindario. Después de todo, lo curé, compartí los chistes de mis hermanas sobre su supuesta homosexualidad y, claro está, era mi compañía en momentos desoladores. No digo que no haya estado con personas mucho más eficientes en ese trabajo de descargar el alma, pero, "Tsunami" era "Tsunami". Ultimadamente, una mascota, la de cada uno, es como ese hijo preciado que se tendrá en alguna vida; al menos, así yo lo veo.
Infortunadamente, no dispongo de medios para descargar en este espacio de todos fotos de él. Pero era sencillamente hermoso. Partió y en su homenaje, queda el legado de muchas optras personas que como yo compartió ese amor por los animales y por los gatos en particular. Sólo alguien que haya convivido con estos pequeños felinos sabrá que tantos prejucios que le rodena son falsos, falsísimos. Muchos heredan esos tabúes, esas creencias dañinas, como hoy heredamos aún el racismo y la ignorancia. Pulcros, limpios, inteligentes, astutos, independientes, los gatos son el misterio de un pecho motorizado que conoce por intuición con quién prenderse. Falso que sean traidores: Cuide uno y, como "Tsunami", probablemente morirá con usted, en su casa.
Edgar Allan Poe dedicó uno de sus cuentos más celebrados, "El gato negro" que sentó las bases de un Romanticimo Negro y un suspenso literario para la posteridad, además de constituir uno de los primeros alegatos contra el maltrato a los animales. Carlos Monsiváis ha recogido y criado a lo alrgo de su vida a más de 17 ejemplares diversos y observa Elena Poniatowska que es na metáfora de cómo el intelectual mexicano los quiere como reflejo de ese amor a los desprotegidos que no son desleales, sino sólo independientes. Bob Kane, el creador de Batman, no pudo imaginar personaje más zoomórficamente sensual y atractivo que una gata para Selina Kyle, Gatúbela, para el Hombre Murciélago.
Podría seguir, pero el caso es enaltecer el recuerdo de "Tsunami", un gato que me conoció más adulto, el paso de joven que delegaba por hueva su cuidado al que inyectaba personalmente los medicamentos necesarios, compraba de su dinero el alimento prescrito para su recuperación. "Tsunami", mi cuate del desempleo, lo recuerdo con un sollozo tenue pero sincero, sus alaridos de irremiso niño travieso resonarán en mi memoria al menos otro años más y no crean, ese gato me dejó con el costal de sus croquetas a la mitad y el problema de reemplazarlo sin olvidarlo. Se fue y ni siquiera se despidió de mi como todas las noches.
Dedicada a la memoria de "Tsunami" (2005-2007)